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Las penas máximas en un Estado democrático. Releyendo a Robert Badinter

CNPS, Milán 8 de mayo de 2025

Luis Arroyo Zapatero.   Presidente de la Société Internationale de Défense Sociale

Las palabras y las cosas, dueto tan del gusto de Michel Foucault, son hijas de su tiempo. Los hombres y sus ideas también. Así ocurre con Robert Badinter. Recuerdo bien sus palabras en la presentación del proyecto académico del procurador europeo en Luxemburgo cuando al referirse a las primeras instituciones europeas dijo que se crearon cuando “las cenizas de los crematorios estaban todavía tibias”. He repetido mucho la cita, pues la Société Internationale de Defénse Sociale se creó en ese mismo tiempo.

Pero entonces no sabía la historia personal y familiar de Badinter. Especialmente la de su  padre, cuya imagen logó entrever en el lugar de encierro junto con otros judíos franceses en Lyon, en el cuartel de la Gestapo de Klaus Barbi, camino posiblemente de Sobibor, uno de los lugares como aquellos “Cimetiers sous la lune” que denunció Georges Bernanos respecto de la España de Franco. También fue testigo de la más radical de las penas más graves, en el verano de la liberación asistió a la ejecución de varios colaboracionistas condenados por una corte marcial. Del mismo modo aprendió rudamente que el no retorno de su padre y tantos otros era por su asesinato en los campos de exterminio nazis (LEER COMPLETO AQUI)

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